El Progreso que Ignora a la Gente
El Espejismo de las Estadísticas Económicas
Frecuentemente, los titulares económicos celebran la superación de crisis o el repunte de la producción con datos del Producto Interno Bruto (PIB), la inversión extranjera o la creación de empleos. Si bien estos indicadores son importantes, rara vez nos cuentan la historia completa sobre cómo se distribuye esa riqueza generada. Es posible que el crecimiento se concentre en unos pocos sectores o beneficie desproporcionadamente a un grupo selecto de la población, dejando a la gran mayoría luchando por mantenerse a flote. Esto genera la paradoja de una economía que, en números, mejora, pero cuya calidad de vida, especialmente para los más necesitados, no experimenta una transformación positiva.
El Impacto Real en Nuestros Hogares
Las consecuencias del crecimiento desigual se sienten directamente en el día a día de las familias. La inflación galopante, el encarecimiento de la vida y la inestabilidad laboral se vuelven la norma para muchos. Aun cuando el país „avanza“, los hogares se esfuerzan por cubrir las necesidades más básicas: vivienda, alimentación y atención médica. La falta de acceso a una educación de calidad y a empleos dignos perpetúa círculos viciosos de pobreza y limita severamente las oportunidades de movilidad social. En este escenario, la vulnerabilidad de ciertos grupos se agudiza, y son las mujeres, quienes a menudo cargan con la mayor parte de la economía familiar y del trabajo no remunerado, las primeras en sentir el peso de la austeridad y la falta de inversión en programas sociales.
La Violencia, un Grito de Desesperación ante la Desigualdad
Las profundas brechas sociales y económicas, cuando no se atienden, pueden manifestarse de maneras alarmantes, incluyendo un preocupante aumento de la violencia en nuestras comunidades. La frustración, la falta de esperanza y la ausencia de un futuro prometedor se convierten en un caldo de cultivo perfecto para la delincuencia y la criminalidad. Trágicamente, la violencia de género, en sus formas más extremas como el feminicidio, se erige como un indicador devastador de estas fallas sociales. Cuando los sistemas de apoyo flaquean y la desigualdad se profundiza, los individuos más vulnerables, especialmente las mujeres, se encuentran en un riesgo aún mayor. La lucha contra el feminicidio, por ejemplo, trasciende la mera seguridad; es una demanda urgente por una sociedad más justa y equitativa, donde la desesperación económica no se traduzca en violencia. Pensamos en la fuerza de la gente de Asunción, que busca un futuro mejor para sus familias, y nos damos cuenta de lo fundamental que es un entorno seguro y con oportunidades para todos.
